Hay tantas razones...

Hay tantas razones...
Serafín Alarcón

Juan 8.31
Jesús les dijo a los judíos que habían creído en él: Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra, serán de veras mis discípulos.

¿No te ha pasado que sintiendo tristeza y nostalgia despiertas a solo darte cuenta que hay tantas razones para ser feliz? Si, lo sé, parece una contradicción... Pero, ¿qué asunto de naturaleza humana no lo es?  
Y bueno, la nostalgia y la tristeza toman por un breve instante el timón de nuestros pensamientos queriéndonos alejar de la paz ofrecida por Jesús, entonces afloran dudas y la fe mengua…  La pregunta de rigor: ¿Que me hace un verdadero discípulo ? Y es que nuestra naturaleza humana, nuestra inclinación natural en muchas ocasiones se interpone impidiéndonos contestar con libertad. Cuando experimentamos enfermedades, muertes, guerras, pecado y situaciones semejantes, es casi obligado encontrarle sentido a todo lo que nos pasa. Anhelamos respuestas que nos indiquen cómo mantenernos firmes en el camino de la fe. A menudo me pregunto si hago realmente la voluntad de Dios… De primera intención, repaso sus mandamientos y analizo mis actos. Casi siempre siento que me falta algo por cumplir. En contraste , Dios en su gran amor y gracia me ha mostrado que debo vivir cada día con pasión e intensidad, que debo vivirlo en perfecta comunión con Él. Si, que lo viva como si fuera el último.

Jesús en Getsemani le exhorto a los discípulos que orasen.  “en verdad el espíritu esta dispuesto, pero la carne es débil“ -dijo. Es imprescindible haya en nosotros humildad y genuino arrepentimiento cuando pecamos o fallamos a ese compromiso de fe.  Cuando leo la palabra de Dios, cuando en la oración soy sumergido recapacito y me doy cuenta que tan solo soy un hombre de carne y hueso. Que el admitir y confesar al Padre trae serenidad, sanidad y sobre todo paz. Sin duda la voluntad de Jesucristo es que seamos renovados día a día, su obra de redención nos justifica y nos libra de toda culpa. Son la fe y su gracia el antídoto para aquel que ha fallado a su verdad. El Señor transforma gradualmente nuestra conducta invitándonos a comprender su voluntad liberadora. Una libertad con letra mayúscula, una que sana la herida mas profunda.

Confiemos ante todo, en su providencial auxilio, en su oportuno socorro y consuelo. Somos solo salvos por la gracia de Cristo, decía el apóstol Pablo. Y es así, solo por el favor inmerecido de su sacrificio y entrega en la cruz. Cuando medito en todo esto tengo que confesar: Hay tantas razones para ser feliz.

Sal 51:1-2
1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.

Tablitas del Señor
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